Enseñanza de primavera, Arya Kshema, Elogios autobiográficos de Mikyö Dorje – día 2

En el segundo día de las Enseñanzas de Arya Kshema, Su Santidad Karmapa comenzó deseándonos buena salud y empezó a explicar la décima de las buenas acciones descritas en los versos autobiográficos «Acciones virtuosas». Mencionó que uno de los asistentes de Karmapa Mikyö Dorje, Sangye Paldrup, escribió un comentario sobre el texto, y que le gustaría enseñar basándose en su esquema. Mostró varias diapositivas para repasar el esquema presentado en las enseñanzas del primer día.

La parte principal se divide en tres secciones: 1. El homenaje y el compromiso, 2. La naturaleza de la biografía y, por último, 3. La conclusión. La segunda parte, se subdivide en dos partes más: 1. Los preliminares: cómo entró al Dharma y 2. La parte principal: cómo practicó el camino de los tres tipos de individuos. De estas, estamos en la parte principal. Y aquí hay 3 subsecciones nuevamente: 1) El camino de los individuos con una inclinación inferior, 2) El camino de los individuos con una inclinación mediana y 3) El camino de los individuos con una gran inclinación. Y justo estamos en este tercer punto, cómo practicó el camino de los grandes individuos que a su vez se vuelve a dividir en tres: a) La intención: hacer surgir la bodhichitta, b) La acción: meditar en los dos tipos de bodhichitta y c) Entrenar en los preceptos de los dos tipos de bodichitta.

Ahora estamos en el b) La acción: meditar en los dos tipos de bodhichitta, que a su vez tiene dos divisiones: i) Meditar en la bodhichitta relativa y ii) meditar en la bodhichitta última. A su vez, la meditación sobre la bodhichitta relativa consta de dos partes:

(a) Intercambiarse uno mismo por los demás en la meditación

(b) Tomar la adversidad como el camino en la postmeditación

Explicó que la enseñanza de hoy se centraría en la primera de ellas, intercambiarse uno mismo por los demás en la meditación. La estrofa correspondiente dice:

La raíz del beneficio a otros, depende de dar la propia felicidad 

y tomar para uno el sufrimiento de los demás. 

Ofrecí mi cuerpo, posesiones, y la raíz de mi virtud 

a todos los seres, sin un ápice de autoaferramiento. 

Pienso en esta como una de mis acciones virtuosas. (10)

 

Como se mencionó anteriormente, hay treinta y tres acciones virtuosas en total, y ésta es la décima de ellas. Cuando decimos que alguien desarrolla la intención genuina de lograr la gran iluminación debe utilizar todos sus lugares, cuerpos y posesiones, desde ahora hasta que el espacio se desintegre, para crear las raíces de virtud necesarias para poder llevar a todos los seres al estado de la budeidad y la verdadera excelencia. Necesitan tener este fuerte impulso para hacerlo, como si sus cabezas estuvieran en llamas. Para liberar a todos los seres de todos los sufrimientos, tienen que reunir estas virtudes tanto a través de la intención como de la acción.

A continuación, señaló que, en el vehículo fundacional, los practicantes tienen métodos y prajna menores para beneficiar a otros. Para ellos, la conducta mahayana se considera llena de sufrimiento y dificultades. Pero alguien que tiene bodhichitta no lo ve tan difícil, al contrario, se somete con alegría y voluntad al sufrimiento y a las dificultades en beneficio de los demás. Explicó que al tener esta actitud, son capaces de ponerla en práctica y llevar a cabo acciones reales. Esto es lo que significa intercambiarse con los demás, o dar el beneficio y la ganancia a los demás y asumir para sí mismos la pérdida y las dificultades.

 

Revisar nuestra práctica

El Karmapa advirtió que algunas personas no comprenden realmente este punto crucial. Piensan que ser un poco generosos equivale a intercambiarse a sí mismo por los demás, o esperan que si pasan la primera parte de su vida sufriendo penurias y dolor, serán considerados buenos practicantes del Dharma en la última parte de la vida. Otros creen que si asumen la derrota y dan la victoria a los demás en la primera parte de su vida, sus familias, amigos y estudiantes obtendrán mayores beneficios en la última parte de la vida. Si lo piensas bien, en realidad no han renunciado, no han abandonado el apego a esta vida. Están viendo si pueden obtener un beneficio aún mayor que la pérdida que sufrieron antes. Piensan que al llevar a otros a la felicidad en esta vida, el crédito kármico volverá a ellos en la próxima, y serán muy felices, prósperos, reconocidos, etc. En particular, algunas personas dicen que han realizado las prácticas del entrenamiento mental y se han entrenado en apreciar a los demás más que a sí mismos, pero en realidad, lo hacen para ayudar a las personas que se ponen de su lado y se desentienden por completo e incluso pisotean a sus enemigos.

De acuerdo con la forma de actuar de estas personas, es posible que muchos piensen que se están intercambiando por otros. Sin embargo, afirmó el Karmapa, están actuando conforme al apego a sí mismos o desde la aversión. Aconsejó: olvídate de que esas formas de tomar el sufrimiento de otros sobre uno mismo sean el camino hacia la gran iluminación; no son más que un karma que mezcla acciones virtuosas del reino del deseo con actos no virtuosos. Ni siquiera es la virtud pura del reino del deseo.

Hoy en día, podemos decir que nos estamos entrenando en la bodhichitta, o en la práctica profunda del chöd, podemos decir que estamos suprimiendo los demonios dañinos de forma contundente. Aunque digamos todas estas cosas impresionantes, Su Santidad indicó que es dudoso que la mayoría de nosotros entienda realmente el profundo punto crucial de cómo intercambiarnos por los demás. Cuando pretendemos hacerlo, no sólo estamos engañando a los demás, sino también a nosotros mismos. Cuando comienzas a mentir te das cuenta de que estás mintiendo, pero después, al repetir esa mentira una y otra vez, empiezas a pensar que es verdad. Si vamos a seguir el camino del bodhisattva, es absolutamente necesario que nos apoyemos en un amigo espiritual que sea experto en el Mahayana, hábil en las enseñanzas, y luego entrenarnos en la virtud para llevar a todos los seres al estado de liberación y omnisciencia.

 

La bondad amorosa y la compasión de Mikyö Dorje

El propio Karmapa Mikyö Dorje pensaba mucho en que todos los seres, sus madres que carecen de refugio o protección. Reflexionaba en que todos quieren ser felices y no sufrir. Pero como se dice:

Los nobles asumen y abandonan las causas; mientras que los seres ordinarios adoptan y abandonan los resultados. 

Los individuos ordinarios se engañan sobre lo que deben hacer y lo que no deben hacer. Aunque la virtud es la causa de la felicidad, la rechazan como si fuera un veneno; aunque la no-virtud es la causa del sufrimiento, la utilizan como si fuera una medicina, y el resultado es un sufrimiento inconmensurable y sin intermisión, sin siquiera un momento de placer. Mikyö Dorje comprendió esto desde lo más profundo de su corazón y supo que la causa principal del sufrimiento continuo reside en nuestra manera de pensar; cuando el sufrimiento les sucede a otros, es común pensar que lo que les sucede a ellos no tiene ninguna importancia para nosotros. En cambio, en relación a nosotros mismos y nuestros allegados, pensamos: “¿Qué podemos hacer para vivir una vida longeva y saludable? ¡Qué maravilloso sería llegar a ser conocidos y queridos!”. Tomamos esta actitud como si fuera la esencia de nuestra práctica y la utilizamos como una deidad meditativa yidam. Esta es la causa principal de nuestro sufrimiento, subrayó el Karmapa.

Sabiendo todo esto, Mikyö Dorje sintió un afecto insoportable por estos seres inmaduros e insustanciales. Pensó: “Todos esos seres experimentan tantos tipos de sufrimiento, ¿qué habría de malo si yo pudiera ocupar su lugar, incluso si el sufrimiento que me sobreviniera a mí fuera cien o mil veces más severo? Si esto los liberara a ellos de su sufrimiento, ¿no sería esto mejor?” Este sentimiento e intención surgieron de manera natural y espontánea en su corazón.

¿Cómo sabemos que fue así, si no conocimos a Mikyö Dorje? Su Santidad explicó que podemos entenderlo mirando su historia de liberación, tanto las autobiografías como las escritas por otros. 

Desde que Mikyö Dorje era pequeño, parecía que tenía de forma natural pensamientos de amor irrefrenable hacia otros seres. Sabemos esto a través de varias historias. Un relato de su niñez cuenta que había un pequeño ternero dzo (mezcla de yak y vaca) y Mikyö Dorje pensaba que este ternero iba a ser sacrificado y por el amor que le tenía, lo protegía durante el día y por la noche dormía con él. También, en otra ocasión, había una cabra que sus padres iban a dar como ofrenda a un lama. Preocupado por la posibilidad de que fuera descuartizada, el joven Mikyö Dorje dijo: «Esta cabra ha sido bondadosa, así que no dejaré que la regalen», y se aferró firmemente a una de sus patas hasta quedar completamente agotado y evitó que la sacrificaran. 

Incluso antes de ser reconocido como Karmapa, ya tenía esa compasión. En los sutras del Mahayana se enseña que las personas que pertenecen a la familia de la bodhichitta tienen naturalmente tales signos, como que se les pone la piel de gallina o que derraman lágrimas al ver el sufrimiento de los demás. Este fue el caso de Mikyö Dorje.

Luego compartió un dicho de los maestros kadampa: «Cuando surge realmente la intensión de ocupar el lugar de un ser, aunque significara experimentar el sufrimiento del infierno hasta que el samsara se vaciara, entonces has desarrollado una auténtica bodhichitta de aspiración. Cuando tienes esta intención y no sientes ni el más mínimo miedo o desánimo por poner este pensamiento en acción con tu cuerpo y tu palabra, sólo entonces puede decirse que tienes auténtica bodhichitta de aplicación. Una vez que se desarrolla esa bodhichitta de aplicación y de aspiración, no hay dificultad para mantener los votos de la bodhichitta de aplicación y de aspiración».

Asimismo, en la mente de Mikyö Dorje, todos los seres han sido nuestros padres, madres, amigos, parientes, hermanos, compañeros de vida, etc. Es inconcebible cuando pensamos en todas las formas en que nos han protegido, en términos de nuestros cuerpos, vida y posesiones. No fue solo en un lugar y no fueron solo trillones de veces; no fue solo uno o dos seres. En resumen, el número de tiempos, lugares, individuos y demás es tan grande que ni siquiera los buddhas pueden calcularlo. Mikyö Dorje tenía una determinación tan fuerte en esto que pensó: “Si pudiera tomar aunque sea una de las dificultades que encuentran o uno de sus sufrimientos; si pudiera tomar su lugar y experimentarlo hasta que el samsara se vacíe, puedo hacerlo, quiero hacerlo”. Desarrolló la valentía de pensar así, igual que la diligencia de intentar hacerlo realmente. Así no tuvo ninguna dificultad en intercambiarse realmente a sí mismo y a los demás; simplemente ocurrió de forma natural.

Desde que el Señor Mikyö Dorje era pequeño, tenía pocos pensamientos de interés propio. No se preocupaba por su propia comodidad, como por ejemplo de si su estómago iba a estar lleno o no, pero siempre se preocupaba de que las cosas no fueran mal para los demás. Probablemente había más gente mala que buena alrededor de Mikyö Dorje. Nunca escuchaban lo que tenía que decir y hacían cosas diferentes o desagradables, pero a él no le molestaba en absoluto. Por el bien de los demás, desechaba cualquier placer de su propio cuerpo, palabra y mente como si fuera un escupitajo. Siempre estaba pensando y preguntándose: “¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo ayudar?”. Asimismo, muchos pensaban que una persona corriente no sería capaz de trabajar tanto como él; se agotaría y moriría si lo intentara.

Durante esa época, la tierra estaba llena de pseudopracticantes del Dharma que pretendían ser auténticos; estaban dispuestos a sacrificar incluso sus propias vidas si eso significaba ganar algo de fama o placer. En aquella época, cada vez que algún ser alcanzaba los estados superiores de los dioses y los humanos, o cuando obtenían cualquier cualidad de la excelencia o de los tipos de iluminación, Mikyö Dorje siempre sentía una increíble alegría y deleite por ellos. Se dice que se alegraba tanto que era semejante a la alegría de un mendigo cuando su hijo obtiene de repente la riqueza de un emperador del universo, imagínate cuán alegre estaría el mendigo. Igual le sucedía a Mikyö Dorje cuando veía la felicidad y los frutos del Dharma de otros. Se alegraba mucho de que los demás estuviesen bien, de que practicasen la virtud. Cuando algo les iba bien a otros, Mikyö Dorje se alegraba enormemente; nunca tuvo sentimientos de celos o de ser incapaz de soportarlo.

A muchos de los que nos llamamos practicantes del Dharma nos gusta que las cosas vayan bien para la gente que nos agrada, pero nos incomoda un poco cuando le ocurre algo bueno a nuestros enemigos u oponentes. Cuando la gente es incapaz de soportar que otros disfruten de un poco de buena fortuna, es difícil decir que tienen bodhichitta. Si no podemos soportar que otros tengan un poco de buena fortuna en esta vida, decir que estamos dando a todos la felicidad de la iluminación completa es irrisorio.

Por eso, para alguien como Karmapa Mikyö Dorje, que practicaba la bodhichitta desde su corazón, eso se veía reflejado en sus acciones y sus palabras. Para él, el método más profundo para llevar a los seres ordinarios al estado supremo depende del deseo de intercambiarse por otros. No sólo no sentía celos cuando otros experimentaban felicidad, sino que cuando otros experimentaban sufrimiento, él deseaba que ese sufrimiento le sucediera a él mismo, y se sentía encantado si eso ocurría realmente.

El Gran Campamento era muy amplio en aquella época, así que cuando ciertas cosas no salían según lo previsto, o cuando había acusaciones infundadas, Mikyö Dorje nunca echaba la culpa a nadie más que a sí mismo. Cuando ciertas cosas salían bien, nunca se jactaba de ello ni se atribuía el mérito. Le resultaba imposible ser hipócrita, no engañó a los demás, ni culpó a los demás.

En cuanto a intercambiar realmente el sufrimiento de los demás con el de él mismo, algunos de sus discípulos notaron ocasiones cuando él Karmapa se percataba de la enfermedad y sufrimiento de otros y, sin que ellos lo supieran, asumía esto con su mente, lo tomaba sobre sí y como resultado experimentaba malestar e incomodidad. Esto lo hacía en secreto, pues si se lo dijera a todo el mundo, se convertiría en uno de los ocho dharmas mundanos. Su práctica del entrenamiento mental de tonglen, no era una mera visualización, sino algo que realmente llevaba a la práctica.

Sin embargo, siempre fue muy modesto y asumió una posición baja, sin afirmar nunca que era el Karmapa o un practicante del Dharma. Nunca hablaba de sus cualidades; sólo compartía algunas de ellas cuando surgía la necesidad. Trataba a los demás como iguales y no hacía diferencias de rango ni de posición; no alababa el linaje Kagyu ni criticaba a otros linajes y maestros. Debido a todo esto, Su Santidad compartió que había muchos Kagyupas que se quejaban: «Mikyö Dorje está dejando que todos los demás pisoteen su propia sabiduría, mérito y majestuosidad. No tiene la apariencia de un gran lama; es como un niño. Esto es realmente perjudicial para las enseñanzas del Karmapa porque nadie le admira». Sin importarle lo que dijeran, Mikyö Dorje nunca se dejó influenciar y dedicó su cuerpo, su habla, su mente, su mérito y todas sus raíces de virtud por el bien de las enseñanzas y de los seres. Esto no era sólo hablar desde la fe y la percepción pura, fue algo que los estudiantes receptivos vieron en sus percepciones compartidas. Sus actos y ejemplos son lo que debemos entender como la práctica de intercambiarse por los demás.

 

Langri Tangpa, un auténtico maestro espiritual

Reanudando después del intermedio, el Karmapa señaló que hay un personaje histórico que debemos conocer cuando hablamos de la práctica de intercambiarse por los demás. Se trata del gran amigo espiritual Kadampa Langri Tangpa, cuyo nombre real era Dorje Senge. Nacido en el año 1054 en la región de Penpo Lhundrup Dzong, fue quien primero popularizó las instrucciones de intercambiarse por los demás en el Tíbet. Junto con Shang Sharawa, fueron grandes alumnos de Potowa, y esta pareja era comparada a menudo con el sol y la luna.

Potowa le confirió la transmisión de las instrucciones sobre el intercambio de uno mismo por los demás especialmente a Langri Tangpa, quien se convirtió en el practicante más importante de esta práctica. Más tarde, fundó un monasterio en la región de Penpo, que contaba con más de dos mil monásticos en aquella época. A continuación, Su Santidad mostró imágenes del monasterio de Langtang. Originalmente era un monasterio Kadampa, y más tarde se convirtió en un monasterio Sakya. Indicó que en la sala del santuario principal había una estatua de Langri Tangpa, con un sombrero que no solemos ver al que comparó con el sombrero de Gampopa. Dado que Gampopa era originalmente un Kadampa, Su Santidad dedujo que había una conexión, y que este era posiblemente el origen del sombrero Gampopa.

Las instrucciones sobre intercambiarse uno mismo por los demás fueron inicialmente una práctica secreta que recibían muy pocos discípulos a quienes se les consideraba un receptáculo adecuado. Langri Tangpa fue el primero que organizó las visualizaciones del entrenamiento mental en ocho versos y las convirtió en su práctica principal. Esto se conoce como los Ocho Versos. Más tarde las enseñó en público, especialmente a las comunidades monásticas. Con respecto al intercambiarse uno mismo por los demás y a la meditación tonglen, el propio Langri Tangpa había dicho: «Nunca he tomado una respiración ordinaria». El Karmapa explicó que esto significaba que con cada respiración hacía la práctica de tonglen, es decir, combinaba cada inhalación y exhalación con el intercambio de su felicidad por el sufrimiento de los demás. Cada respiración que hacía era para aportar beneficio y felicidad a otros seres. No se separaba de esta instrucción.

El autor de los Siete Puntos de Entrenamiento de la Mente, Gueshe Chekawa, dijo que desarrolló por primera vez la fe en los kadampas cuando entró en contacto con estos ocho versos enseñados por Langri Tangpa. El Karmapa señaló que existen dos versiones de los Ocho Versos del Entrenamiento de la Mente: los versos que se conocen hoy en día y una versión en prosa. En su opinión, los Ocho Versos originales podrían ser la versión en prosa y la razón para ello es que en tibetano, el término «tsig» se refiere a una frase o a un verso, pero es imposible que la versión en verso tenga sólo ocho líneas o frases, mientras que la versión en prosa sí puede. Asimismo, el comentario de Ja Chekawa se basa claramente en la versión en prosa, por lo que hay varias razones para pensar así. Pero esto no implica que la versión en verso no sea también de Langri Tangpa.

Algunos académicos sostienen que la versión de Langri Tangpa originalmente decía:

Considerando que para lograr el bien supremo

Todos los seres son superiores a la joya de los deseos

Me entrenaré en apreciar profundamente a los seres

Todas las estrofas decían al final: «Me entrenaré…» pero Sangchenpa Darma Sönam después lo cambió para que dijera «Que yo pueda…» convirtiendo a este verso en una aspiración. Y esta última es la versión que encontramos hoy en día.

El punto principal es que un individuo que practica el intercambiarse uno mismo por los demás debe ser capaz de tomar la posición más baja para sí mismo y llevar a todos, ya sean «superiores» o «inferiores», por encima de la coronilla de su cabeza. Otro punto crucial, añadió el Karmapa, fue que independientemente de la profundidad del texto que Langri Tangpa pudiera leer, no lo entendía de otra manera más que todos los defectos eran suyos y que todas las cualidades positivas pertenecían a los demás seres. Por ello, debemos dar todo el beneficio y la victoria a los demás, y asumir todas las pérdidas y derrotas nosotros mismos. Él creía que así debíamos entender el Dharma.

Otra cualidad de Langri Tangpa era que siempre tenía el ceño fruncido. La razón por la que nunca sonreía era porque siempre estaba meditando en los problemas del samsara. En una ocasión, uno de sus asistentes le dijo: –La gente te llama Langtangpa del ceño fruncido. Deberías sonreír de vez en cuando. A lo que él respondió –Cuando piensas sinceramente en los sufrimientos de los tres reinos del samsara, ¿cómo puedes tener una expresión de felicidad en tu rostro?

Nosotros no entendemos realmente el sufrimiento del samsara. Sólo decimos: «Oh, hay sufrimiento», pero en lo más profundo de nuestra mente, no lo sentimos. Pero él lo sentía profundamente, y de hecho se notaba en su lenguaje corporal.

Se dice que Langri Tangpa sólo sonrió tres veces en su vida. Una de ellas fue mientras meditaba. En esa ocasión él tenía una gran mandala de ofrenda delante con un trozo de turquesa de buen tamaño. Vino un ratón al que le gustó mucho la turquesa, pero la gema no se movía cuando el ratón empujaba, así que le pidió ayuda a un amigo ratón. Cuando llegó el refuerzo, un ratón empujaba hacia adelante y el otro tiraba hacía atrás, con lo que la gema no se movía. Esto le pareció gracioso a Langri Tangpa y sonrió un poco.

A continuación, el Karmapa dio un ejemplo más de cómo Langri Tangpa practicaba el intercambiarse uno mismo por los demás. Un día estaba dando una charla del Dharma y una mujer se acercó y le puso un bebé recién nacido en el regazo. Simplemente dijo: «Este es su hijo; yo no puedo criarlo» y se fue. Todo el mundo se asombró, pero Langri Tanpa aceptó al bebé sin ningún cambio en su expresión facial. Buscó a alguien que le diera leche y crio al niño. Cuando el niño creció, sus padres volvieron a buscarlo y se disculparon: «En el pasado tuvimos muchos hijos y todos murieron. Según las adivinaciones y la astrología, tuvimos que dárselo a un lama para evitar que también muriera joven. Por favor, perdónanos y devuélvenos a nuestro hijo». Langri Tangpa les devolvió entonces al niño. Incluso cuando la gente le criticaba o despreciaba, él nunca daba explicaciones, sino que asumía toda la pérdida y la derrota, y les ofrecía la victoria a los demás.

Langri Tangpa tuvo muchos alumnos excelentes, como Gueshe Shapo Gangpa, Gya Chakriwa y Ra Lotsawa. Khyungpo Naljor, el fundador del linaje Shangpa Kagyu, también fue alumno suyo. Cuando Khyungpo Naljor fue a la India, solicitó los votos de bikshu a Lama Dorje Denpa, quien le respondió: «Como indio, no puedo ser tu preceptor. Regresa al Tíbet y allí hay una emanación del Buddha Amitabha en Langri. Toma la ordenación completa de él». Siguiendo sus instrucciones, Khyungpo Naljor regresó y tomó la ordenación completa de Langri Tangpa, que en ese momento tenía cuarenta años. Otro de sus alumnos, Gueshe Shapo Gangpa, dijo: «Langtangpa tiene una bodhichitta increíble. Yo puedo sacrificarme por los que me ayudan, pero no por los que me han perjudicado; él puede hacerlo por ambos».

Debido a la gran bondad y compasión de Langri Tangpa, ni siquiera los animales de la zona del monasterio de Langtang se hacían daño. Cuando estaba a punto de fallecer, el hizo la siguiente plegaria: «Para el beneficio de todos los seres que yo renazca en los infiernos». Hizo esta plegaria repetidamente cuando estaba apunto de fallecer, pero parece que no se cumplió su plegaria porque cuando estaba muriendo dijo: «Me estoy muriendo, pero solo veo visiones puras, no veo visiones impuras, no podré renacer en los infiernos». Y realmente se preocupó por no renacer en los infiernos. Su Santidad señaló que a la mayoría de nosotros nos preocupa nacer en el infierno, pero para Langri Tangpa era todo lo contrario. Falleció a la edad de 70 años en el año 1123.

El día que falleció, una anciana estaba circunvalando el Monasterio de Langtang. Y ella le preguntó a alguien: «¿Qué está pasando?, aquí en Langtang, los lobos no mataban a las ovejas y los halcones no dañaban a las aves. Pero esta mañana he visto a un halcón llevarse un pájaro. Parece que Langri Tangpa ya no está aquí; debe haber dejado su cuerpo». Por esos signos, supo que ya había fallecido. La noticia oficial no salió hasta el siguiente día.

La estupa relicario de Langri Tangpa sigue estando en el monasterio de Langtang, y la gente y los dioses (aunque no los podamos ver) la circunvalan todo el día y la noche. Su Santidad explicó que si una sombra humana caía sobre un dios, la vida de la persona se acortaría, por lo que Gueshe Shangshung estableció una regla según la cual los humanos podían circunvalar hasta el mediodía, y luego los dioses y los espíritus podían circunvalar hasta el anochecer. Esta norma se sigue manteniendo, según un cartel que aparece en una foto de la estupa. El Karmapa animó a todos a ir allí a hacer súplicas o bien en peregrinación. Explicó que Langri Tangpa realmente tenía bodhichitta y, por tanto, ir a su monasterio puede ser una conexión muy auspiciosa para desarrollar la bodhichitta en nosotros.

 

Una historia extraordinaria sobre Gya Chakriwa

El Karmapa continuó compartiendo con nosotros una historia milagrosa sobre Gya Chakriwa, uno de los principales discípulos de Langri Tangpa. También fue un importante lama Kadampa al que siguió Gampopa. Su Santidad hizo hincapié en que, puesto que decimos que el Dhakpo Kagyu es la confluencia del Kadampa y el Mahamudra, tenemos que ser capaces de recordar el nombre de la persona que transmitió las enseñanzas Kadampa a Gampopa.

Según la mayoría de los maestros Kadampa, Gya Chakriwa nació en Kham, pero la historia de la liberación de Ra Lotsawa dice que nació en Penpo. En cualquier caso, su padre murió cuando él era joven, al igual que sus seis hermanos mayores. Se quedó solo con su madre. En tales situaciones, explicó el Karmapa, los tibetanos tendían a pensar que tal vez la madre era una bruja o un monstruo tramenma.

Cada noche, su madre desaparecía y el niño empezaba a preguntarse: “Mi madre es un poco extraña. Tengo que ver qué está haciendo”. Una noche, fingió que se iba a dormir y, a eso de la medianoche, dos mujeres con rostros rojos y oscuros se acercaron y le pidieron a la madre que se fuera con ellas. Las mujeres le llamaban «madre». La madre se sentó a horcajadas sobre un gran baúl de madera como si montara un caballo. Entonces las tres volaron a través de la pared como si no hubiera ningún obstáculo. El niño se quedó dormido un rato después, pero su madre ya había regresado cuando él se despertó, así que no vio adónde había ido.

Él decidió que quería ver dónde había ido su madre, así que la noche siguiente se metió en el baúl y esperó. Al igual que la noche anterior, las dos mujeres llegaron y mantuvieron la misma conversación. Su madre se sentó en el baúl, pero como el niño estaba ahí escondido, el baúl emitió un sonido chirriante; y voló un poco más bajo que la noche anterior. Su madre comentó: «Esta noche este caballo no se mueve bien». Al final, llegaron a un cementerio.

El Karmapa explicó: «Cuando hablamos de las dakinis, las consideramos muy buenas pero también hay dakinis peligrosas. En la India, la gente las ve como brujas que hacen hechizos. Cuando los tibetanos decimos la palabra dakini, todo el mundo dice: «¡Oh, yo también quiero ser una!” La gente cree que son algo especial, pero en realidad no es así; algunas dan mucho miedo. Si no las tratamos bien, lanzarán hechizos».

En el cementerio había muchas mujeres reunidas. Y la madre del niño era la principal, la jefa. Las mujeres colocaron su baúl en el centro, y se convirtió en un trono en el que se sentó y las demás mujeres la rodearon. Luego, trajeron el cadáver de un joven e hicieron una fiesta. Y primero, le cortaron la parte superior de la cabeza y se la ofrecieron a la madre, que entonces exclamó: «¡Oh, olvidé la cuchara en casa!». No tenía la cuchara que usaría para comerse los sesos, entonces, una de las mujeres le contestó: «Estira tu largo brazo», así que la madre, sentada y sin moverse del trono, extendió su brazo tan lejos como para traer una cuchara de su casa y entonces pudo comerse los sesos. El hijo vio todo esto desde el interior de la caja.

Cuando se acercó el amanecer, todas las mujeres se marcharon, y la madre también montó el baúl de vuelta a casa y se fue a la cama. El hijo salió lentamente de la caja y se acostó en la cama sin que su madre lo notara.

No pasó nada durante mucho tiempo, hasta que un día su madre dejó caer el huso que utilizaba para hilar desde el piso superior de la casa. Se cayó delante del niño, que estaba abajo. La madre le dijo: «¡Tráeme la lana!». El niño no pudo contenerse y sin querer le dijo: «Oh, mamá, estira tu largo brazo». Su madre se dio cuenta de que él sabía su secreto y pensaba que lo comentaría con más personas e inmediatamente se enfadó. Lo agarró, lo sacudió un par de veces e inmediatamente lo convirtió en un perro. Aunque su cuerpo se había convertido en el de un perro, su mente seguía siendo humana, lo que era una gran tortura. Estaba destrozado y pensó: “Sería mejor ahogarme en un río que quedarme así”. Mientras se dirigía a hacerlo, oyó a mucha gente hablar de las increíbles cualidades y poderes de Langri Tangpa. Y él pensó: “Este geshe tiene gran compasión, gran poder y gran bodhichitta. Iré a verlo”. Decidió ir a verlo para saber si podía liberarse de este cuerpo de perro.

Según las historias Kadampa, el muchacho, en forma de perro, siguió a unos mercaderes hasta Ü-tsang. Gueshe Langri Tangpa, por medio de su clarividencia supo que iba a venir y le dijo a un asistente que hiciera una torma y se la llevara a Langri Tangpa. Justo cuando el sol se ponía, Langri Tangpa le dijo a su asistente: «Sal y mira si ha venido alguien». El asistente miró y vio que no había venido nadie, pero había un perro corriendo hacia ellos. Se lo dijo a Langri Tangpa, quien entonces se puso el sombrero, cogió la torma y salió. Al salir, en ese momento, el perro llegó e inmediatamente Langri Tangpa le lanzó la torma al perro, convirtiéndolo al instante en un cuerpo humano. El muchacho sintió una gran fe en Langri Tangpa y se quedó con él como su ayudante. Recibió su ordenación y los votos de bikshu. Sin embargo, Langri Tangpa le advirtió: «Te ocurrirá otra desgracia, así que no tomes ninguna decisión sin consultarme primero».

Poco después, la madre del niño se enteró de que había ido a Langri Tangpa y que su cuerpo había vuelto a ser el de un humano. Entonces, ella lanzó un hechizo sobre una pequeña caja de madera que luego entregó a alguien que iba a la región de Penpo, diciendo: «Mi hijo está estudiando el Dharma con Langri Tangpa, así que dale esto y dile que es para apoyarlo en sus estudios». Posteriormente, el hijo recibió la caja, pero era tan pesada que casi le arrastró al suelo. Se preguntó qué podría haber puesto su madre en ella para que fuera tan pesada. Y estaba a punto de abrirla cuando recordó la advertencia de Langri Tangpa. Entonces fue inmediatamente a preguntar a su lama, que se quitó la túnica del dharma y se la dio al chico, diciendo: «Ponte esto antes de abrir esa caja». Así lo hizo y cuando abrió la caja, estallaron nueve truenos y relámpagos. El edificio y todas sus pertenencias se incendiaron, pero como él llevaba puesta la túnica del dharma del lama, no se quemó en absoluto, aunque el metal fundido se acumuló sobre la túnica del dharma, pero a él no le pasó nada. Esa túnica del dharma aún se conserva en privado en el monasterio de Langtang. Después de eso, Langri Tangpa le dijo al muchacho: «Ahora estás libre de obstáculos», y le dio instrucciones. Luego Gya Chakriwa realizó la vacuidad y la compasión y se convirtió en uno de los mejores estudiantes de Langri Tangpa.

Esta historia fue registrada en las historias del linaje Kadampa y en la historia de liberación de Ra Lotsawa, pero con algunas diferencias. Según la versión de Ra Lotsawa, la persona que le devolvió la forma humana fue Ra Lotsawa, mientras que la mayoría de los relatos afirman que fue Langri Tangpa. Su Santidad mencionó que decidió explicarla de acuerdo con la tradición kadampa, ya que había más fuentes al respecto. 

Para concluir las enseñanzas del segundo día, mencionó que en la siguiente sesión enseñaría más sobre la práctica de intercambiarse por otros.